Quince días en Nueva York

Y el día llegó en que me regresaron el dinero que cada mes me descuentan automáticamente para el "fondo de ahorro". Tenía tres opciones: ahorrarlo (aburrido), gastarlo (¿en qué?) o viajar a Nueva York. Heme aquí, dos semanas de vacaciones en Nueva York: adiós refrigerador, adiós lavadora, adiós casa del infonavit

Monday, July 24, 2006

I survived the Coney Island Cyclone

Coney Island es la playa tradicional de Nueva York. Y una de las más antiguas. En siglos pasados, solo los más ricos tenían su casa ahí para pasar el verano. A la orilla de la playa se construyó uno de los primeros parques de diversiones en Estados Unidos. Rueda de la fortuna, montaña rusa, juegos de azar, un circo y un teatro burlesque.







Ahora, Coney Island es un "barrio" más sucio que pintoresco, más peligroso que atractivo y más pobre que folclórico. Sin embargo, es un lugar que se debe visitar. Tal vez no para asolearse o meterse al mar porque la arena está realmente sucia, llena de vidrios y el agua es sumamente fría, helada. Uno deve visitar Coney Island por los juegos mecánicos y la variedad de espectáculos que se organizan. Aquí se lleva a cabo el concurso de comer hot dogs, el concurso de gemelos, conciertos y shows de cabaret.




No fui a ninguno de los espectáculos, y me arrepiento, pero sí me subí a la montaña rusa. Es una experiencia inigualable. Los amantes de la adrenalina se sorprenderían de lo que una estructura armada en 1927 es capaz de provocar. Sí, 1927. Y todavía funciona. De madera. Todo cruje. Controlado por palancas y poleas. Palancas de madera. Nada de computadoras. Nada de componentes electrónicos. Pura, simple y llanamente mecánica. El paseo dura como 3 minutos que se hacen eternos.






Cuando el paseo termina, entiendes por qué venden las calcomanias que dicen "I survived the Coney Island Cyclone".












Y lo sobreviví.









Y me quedó como recuerdo un morete de cinco centímetros de diámetro porque caa vez que bajábamos en picada, me estampaba contra la barra de acero que impide que salgas volando del carrito. Aunque llegué a pensar que sí saldría volando.

Thursday, July 20, 2006

Jueves de arte


Chelsea, un poco al norte de Greenwich Village, es conocido por sus galerías. Cada jueves se inauguran nuevas exposiciones entre las 6 y las 8 de la tarde. Los neoyorquinos artistoides se ponen su ropa más sofisticada y estrambótica y se lanzan a gorrear vino, cerveza y canapés a las calles de Chelsea.

Las mejores galerías están en las calles 25 y 26, entre las avenidas 10 y 11. Fue toda una odisea llegar ahí porque yo andaba en Queens, en un hermoso lugar llamado P.S.1. Un centro de arte contemporáneo que depende del MOMA. Me perdí un poquito, pero luego me encontré.

Decía que los neoyorquinos van a gorrear a las galerías. Éstas son, por cierto, bastante peculiares. Como en las películas. Son edificios de varios pisos. En cada piso hay una galería.

Cada cuadro tiene un número al lado. A la entrada te reparten la lista de las obras. Cada una con su precio. Las que me tocó ver van desde los 3000 a los 25000 dólares. No, no pude comprar ninguna. Las que me gustaron ya estaban vendidas. Además ¿cómo las iba a cargar de regreso? Sí, bueno, basta de soñar.

No me pareció prudente tomar fotografías dentro de las salas de exposición. Me sentía rara porque iba sola y me sentía toda confundida. No sabía si podía entrar o no. Si me iban a regañar o no. Pero parece que es normal que uno entre y salga con su vino en la mano.

Me gustaron varios cuadros de diferentes artistas: Steven Albert, Stephen Magsig, Andrew Lenaghan y Rick Dula. En especial me gustó un tal Jeffrey Vallance. No supe si las historias detrás de sus obras eran verdad o mentira, pero fue fenomenal. Era una colección de relicarios de diferentes estilos. Dentro de cada relicario había cosas inverosímiles: en uno había un pedazo de botella de orange crush que se supone guardó desde pequeño porque quiso abrir una botella y explotó; otro tenía el hueso de un pollo que compró en el supermercado, lo enterró y luego lo desenterró y le mandó hacer una autopsia; otro tenía una colección enorme de broches y botones alusivos a la URSS que se supone intercambiaba con un ruso durante la guerra fría. Juntos, la historia que contaba, el relicario y la pieza dentro, formaban en discurso de la obra completa. Increíble.

Y con respecto a P.S.1. No sé qué decir. También fue impresionante. Tan impresionante como que vi obras de Bruce Nauman, Ana Mendieta y otros grandes del arte conceptual, totalmente en vivo.

Wednesday, July 19, 2006

The Ultimate Subway Experience


No has estado en Nueva York si no te has transportado en el subway. Definitivamente. La experiencia del subway es oto mundo. No, no se parece al tren ligero y sí, un poco al Metro de la Ciudad de México. Es como el Metro pero diez veces más grande, más viejo y más complejo. Y más caluroso.

Llevo casi una semana aquí y apenas estoy entendiendo. El meollo del asunto es el siguiente: el Tren Ligero de Guadalajara es sumamente sencillo porque solo consta de dos líneas bastante cortas. El Metro del DF es mucho más largo, con mucha más gente y mucho más complejo. Sin embargo es sencillo de comprender: de un lado va hacia allá y del otro hacia acá. O vas o vienes. De acá para allá. Eliges la estación para bajarte. Eliges la línea. Fácil.

Sin embargo...

Así no funciona el subway en Nueva York. En una sola estación puede haber hasta cuatro carrilles. En un solo carril puede aparecer un tren A, un D, un W o un G o lo que sea. En un mismo carril (he sido testigo de eso, aunque es muy raro) puede venir un tren para acá o puede ir para allá. En algunas estaciones, puedes cambiar de tren, de un local a un express (el que se salta algunas estaciones para llegar más rápido). A veces la gente sale corriendo de un vagón para entrar al que se acaba de detener enfrente para ahorrar tiempo.

La nomenclatura va de la A a la W y del 1 al 9. De todos colores.

Una vez que lo entiendes es sencillo. Además es sumamente conveniente porque trabaja las 24 horas (a excepción de algunas estaciones o líneas).

Y sí, también se sube gente a los vagones a vender cosas. También se amontona la gente en la puerta. También hay chiquillos llorando y gente gritona. También hay grafitti y basura. Pero los vagones tienen aire acondicionado. No así las estaciones. Hace un calor espantoso. El calor que hace afuera, al sol, se quintuplica allá abajo. Todo mundo está sudando, abanicándose y relinchando de tanto calor.

Las estaciones son muy viejas. Y sucias. Algunas son lindas.


Tuesday, July 18, 2006

El corazon de Downtown Manhattan

Antes que nada, quiero aclarar que esta ciudad es L'INFERNO DI DANTE en verano. Ayer estuvimos a 100°F, o sea a 37.8°C.

En dichas condiciones de calor (y sin protector solar), caminamos desde la casa hasta la punta sur de la isla, hasta Battery Park. Desde ahí se ve la estatua de la libertad. Es la zona de Wall Street y los grandes edificios. Cerca de donde estuvieron las Torres Gemelas.

---la vista de la estatua de la libertad desde Battery Park. Apenas se ve, pero ahí está

Nunca me entusiasmó la idea de ir a la estatua de la libertad ni de conocer Ground Zero. Y no es que crea que son lugares irrelevantes, sino que me molesta el discurso que se produce detrás de dichos símbolos. Me fastidia la repetición ad nauseam de los slogans estadounidenses: "the land of the free", "evil must be confronted wherever it exists because evil is not compatible with liberty", "God bless America", etc., etc. Existe solamente un relato al respecto que me conmueve: en Novecento, de Alessandro Baricco, el narrador describe cómo le cambiaba la mirada al primer pasajero del barco que veía la estatua de la libertad al llegar a Estados Unidos. Pero claro, eso era a principios del siglo XX, en otras circunstancias.

Decía que estuvimos (caminamos hasta) en Battery Park, donde había una fuente llena de gente refrescándose porque el calor es realmente insoportable. Vimos edificios y edificios y más edificios. Enormes, altísimos, monstruosos, separados uno del otro por escasos y peligrosos cinco metros. Vimos hombres y mujeres de traje, camisas y blusas de manga larga, portafolios en mano. Pero ellos no sienten el calor: viajan en su carro con aire acondicionado, llegan a su oficina con aire acondicionado y regresan a su casa con aire acondicionado. Por eso se pueden vestir así. Pero es gracioso, porque fuera de esa zona todos usan shorts, faldas ultracortas y sandalias.

Y ese es otro tema que me gustaría abordar en otro post, porque aún no tengo la fotografía que compruebe ese comportamiento tan extraño de los neoyorquinos. Ciertas costumbres que en México serían sumamente peligrosas.

Monday, July 17, 2006

No more libros for me


Nunca pensé que me cansaría de ver libros. Pero sucedió.

Strand es una librería con "18 millas de libros" (es su slogan) a precios risibles. La tienda principal está en la calle 12 y Broadway. Son tres pisos. Tres pisos con estantes retacados de libros. Además, fuera de la librería tienen más estantes atascados de más libros que valen 1 dólar o menos. Creo que pasé, sin exagerar, 3 horas ahí adentro. Tienen carritos como de supermercado porque escoges libros y libros y libros y al final sales con 15 kilos encima.

Risibles los precios. Compre ¡al fin! dos de Norfolk en su idioma original: The Pope's Rhinoceros y Lempriere's Dictionary. El primero de pasta dura y el segundo "paperback". El primero me costó 7.50 y el segundo1 dólar. El clásico de Tapie sobre el barroco, The Age of Grandeur, costó también 7.50 y una edición de pasta dura, a colores, de Patrons and Painters de Francis Haskell costó 17.50.

También fui a otra librería de usados The 12th Street Bookstore. Más pequeña, como las clásicas librerías de usados en México. Ahí compré The Pope's Elephant, la "historia real" en la que se basó Norfolk para su novela, contada por un historiador.

Y claro, también fui a Barnes & Noble. Pero después de conocer Strand, no quiero volver a ver libros en un buen rato. Es asquerosamente asombroso.

Sunday, July 16, 2006

Usted está aquí


Mi hermano vive en Greenwich Village o, como dicen aquí [grinich villch], cerca de Soho (la zona "alternativa") y Tribeca (sede del festival de cine independiente).



Este barrio es uno de los más antiguos en Nueva York. La mayoría de los edificios en los alrededores es del siglo XIX o de principios del XX. Aquí está el Washington Square Garden y se concentran también todos los edificios de la Universidad de Nueva York.

De hecho, mi hermano vive a dos cuadras del Washington Square Garden, donde hay un enorme arco del triunfo que marca el comienzo de la Quinta Avenida.

Las calles de Greenwich Village están plagadas de restaurantes y bares. Hay lugares de comida china, japonesa, mexicana, italiana, española, belga, vietnamita, hindú, africana y todas sus combinaciones. La mayoría son restaurantes pequeños, atendidos por chinos, japoneses, africanos, hindúes, vietnamitas, árabes y mexicanos, respectivamente (Sí, en ese orden)

Esta ciudad no duerme: los lugares cierran a las cuatro de la mañana y todo el tiempo hay gente caminando por las calles. Ayer me regresé caminando del lugar donde trabaja mi hermano a la casa, a las 2 de la mañana, y parecían las 9 de la noche. Todos los negocios abiertos y la gente caminando por ahí como si nada. Estar aquí significa dormirte a las 6 de la mañana y levantarte a las 2 de la tarde (estoy trabajando en ello)